Novela de ajedrez

De Resúmenes de Libros
Saltar a: navegación, buscar

Novela de ajedrez es una novela, como su nombre indica, de Stefan Zweig.

Resumen

En un barco transatlántico, se disputa una tensa partida de ajedrez entre el campeón del mundo y un señor desconocido. ¿Cuál de los dos ganará? ¿Importa realmente quién haga el jaque mate o hay algo más detrás de esta partida?

Personajes

El narrador: Desconocemos el nombre del joven viajante que se presta a contar lo que acontece en el barco. No es un buen jugador de ajedrez, pero sabe mover las fichas y se anima a probar suerte solo por diversión. Es un caballero amable y correcto.

Amigo del narrador: Tampoco sabemos su nombre, pero gracias a este personaje podemos profundiza en el conocimiento de la vida del campeón de ajedrez que va en el barco.

Mirko Czentovic: Es el campeón mundial de ajedrez que viaja en el barco para disputar más partidas en el otro continente. No tiene imaginación y sus habilidades intelectuales solo son óptimas para el juego, ya que, fuera del tablero, es un auténtico gañán, incluso a veces da la sensación de que carece de modales.

Señor B.: Otro del que se desconoce su identidad oficial. Solo es el señor B., sin más. Su relación con el ajedrez pasa por la obsesión médica.

McConnor: Es un pasajero escocés bastante impertinente que reta a nuestro narrador a jugar al ajedrez. Le duele perder y es muy impetuoso, pero su importancia está en que tiene suficiente dinero para pagar a Czentovic y retarlo a una partida.

Resumen extenso

Novela de ajedrez no se separa en capítulos, sino que las escasas páginas que las componen deben leerse de un tirón. No obstante, sí se diferencia muy bien el inicio y la presentación de los personajes, el conflicto planteado, un breve retroceso para concentrar la tensión y un desenlace muy acertado.

Ya en la primera página se habla de Czentovic como un pasajero curioso, pues es campeón de ajedrez. Esto suscita interés en el narrador, quien escucha y nos reproduce su historia: al parecer, Czentovic es un hijo de un barquero Danubio y su espíritu obtuso lo ha hecho parecer estúpido y lento a ojos de toda su aldea. Más o menos criado por el cura, es este quien descubre por casualidad sus impresionantes habilidades para el juego del ajedrez. Siendo así, el chico se convierte en una celebridad local y, poco a poco, va ganando fama hasta que consigue el título del mejor ajedrecista de Estados Unidos. Pareja a su fama, crece el rumor de su idiotez, lo cual es más sorprendente porque Czentovic solo destaca en este campo y no es nada intelectual. De hecho, apenas concede entrevistas para no hablar más de la cuenta y confirmar las suposiciones de que es tonto.

Nuestro narrador enseguida se ve tentado a confrontarse con el afamado ajedrecista, pero no lo consigue porque el hombre esquiva cualquier contacto, así que decide ponerse a jugar al ajedrez contra otros pasajeros para que la curiosidad pique al campeón. Ahí es donde conoce al irascible McConnor, que no soporta ser nombrado jugador de tercera. Este, sin embargo, consigue interpelar a Czentovic y le propone una partida de ajedrez. El campeón dice que tiene un estricto contracto en el que no puede jugar por menos de 250 dólares por partida. McConnor tiene dinero suficiente, así que accede y se convoca una partida para el día siguiente.

Esto crea cierta expectación y muchos hombres se acercan a ver la jugada. McConnor, por supuesto, pierde la primera partida, pero pide una revancha y otra. En una de esas, un observador misterioso hace un comentario sobre el movimiento que va a realizar McConnor y lo corrige. Parece que es un hombre que sabe jugar bastante bien. Guía la partida y consiguen llegar a unas tablas, pero este misterioso personaje se retira. McConnor quiere que juegue una partida seria contra Czentovic y nuestro protagonista es el encargado de persuadirlo. Este hombre es más accesible que el campeón y no tiene problemas en hablar con nuestro narrador.

Nunca se dice su nombre. Tiene un apellido conocido, relacionado con ascendencia judía y, además, ciertos vínculos con la realeza austriaca. B. regentaba un pequeño negocio de gestiones muy discreto porque grandes fortunas de su país se confiaban a él. Cuenta también la persecución que sufrió por parte de la policía alemana y cómo lo encerraron en una habitación de un hotel donde no sufrió las mismas torturas que otros prisioneros por tener una información valiosa. Sin embargo, estaba incomunicado, sin papel ni lecturas, completamente solo en una pequeña habitación con una cama, un escritorio y una ventana falsa. Solo lo sacaban de allí para llevarlo a los interrogatorios. Poco a poco se fue debilitando ante la situación, casi pierde la cordura por no poder hacer nada. Pero, por un golpe de destreza, consigue robar un librito sobre el ajedrez. Aunque al principio no le entusiasma mucho, empieza a estudiarlo a todas horas. Reproduce las jugadas maestras de los mejores jugadores e incluso empieza a proyectar mentalmente algunas partidas. Pero como esto no es suficiente, acaba jugando contra él mismo en numerosas ocasiones. Esta situación se sostuvo muchos meses hasta que, finalmente, estalló en un brote de locura y el médico que lo atendió, que lo conocía de oídas, les dijo a los alemanes que B. ya no podría aportar ninguna información valiosa, así que simplemente fue liberado.

El ajedrez se convierte para B. en una extraña obsesión, por lo que no debería volver a jugar. Es como un alcohólico o un ludópata. No obstante, promete una partida contra Czentovic para probarse a sí mismo, para ver que puede jugar en un tablero real contra otro contrincante. Cuando lo hace al día siguiente, su paciencia es puesta a prueba, pero su capacidad para anteceder las jugadas le hace declararse ganador. Czentovic le propone otra partida y tarda cada vez más en mover cada ficha, lo que desespera a B. y está a punto de volverse loco de nuevo. Nuestro narrador lo salva en el último momento y, aunque pierde, lo hace retirarse de la partida por su salud.

Czentovic se sigue creyendo el ganador. Incluso se muestra condescendiente con B. sugiriendo que su técnica es buena, pero es una lástima que no sepa controlar sus nervios.